Díaz-Castilla hace un repaso de su vida artística .120 colecciones que representan cada una de las etapas del artista abulense.
"El despertar al mundo del arte, que no es sino afrontar la noble tarea de dar forma a la belleza, no es fruto de la casualidad sino obra de la inmanencia de un don reservado a unos pocos que logra trascender a todos.
El sueño de pintar almas, dibujar lo que no se ve, plasmar lo visto o representar lo que del corazón emerge; teñir de color la vida, expresar lo que el espíritu dicta y alcanzar la emoción contemplativa que va del trazo a la retina, soslaya la habilidad para otorgar protagonismo al talento.
Cuando el arte de un pintor transcurre por mil vericuetos, alcanzando expresiones irrepetibles que abdican de pretensiones y ambiciones desmedidas, que rehúyen la adulación gratuita, eluden las afrentas de la ignorancia, se abstiene de lo sencillo pero adjura de arrogancias, permaneciendo imperturbable y esquivando el paso del tiempo, hablamos de los privilegiados.
Cuando diez mil historias pueden ser contadas en dibujos evocadores que no dictan lo que hay sino que permiten al imaginario de cada cual descubrir lo que encierran; cuando la sutileza se torna esencia y la verdad imprescindible; cuando una sola línea revela el orden de la naturaleza, la grandeza de un ser, la belleza de una contemplación venturosa o un color dispone y da las justas proporciones a lo que observamos de manera que su uso supera la influencia cromática para tornarse en lenguaje…entonces hallamos el portento.
En el momento en que el arte aparece como sentencia de una humanidad reveladora, como conquista, como una epopeya inaudita que lejos de narrar la fortuna personal constituye el relato de un tiempo ya embridado, el testimonio de una trayectoria impecable que con el transcurso de 81 años es testamento vital de una creatividad leal al espíritu que gobierna la mano, de una autenticidad indubitada que trasciende el pasado para desde el hoy, posibilitar que germine una improvisada eternidad…entonces estamos ante el prodigio.
Cuando un dibujo se hunde en las entrañas de quien lo contempla, cuando invade de soslayo la jurisdicción de la conciencia, cuando colorea los huecos del aire, cuando interpela, cuando te embiste y te abraza, cuando acaricia la piel, trastoca el corazón y eriza el alma, cuando todo cabe en poco y la magia susurra sus misterios; en el instante en que el arte se vuelve sonoro, vibrante, armónico, integral, luminoso, natural y embriagador; se torna cierto, profundo, hermoso y singular…es el momento en que descubrimos lo excelso.
Y si, junto a todo ello, el arte y el devenir vital se reclaman y complementan como la palma y el dorso de la mano, de manera que lo de fuera y el espíritu encuentran un espacio común, sin aderezos ni fórmulas cotidianas, tan solo consecuencia de una espontaneidad que brota por intercesión de un creatividad innata, hija de un pintor que no dibuja para que veamos lo que sucede sino para garantizar que ocurra, que genera espacios de libertad, abrigo para los sentimientos y un hogar a la esperanza…entonces sin duda hablamos de LUCIANO.
Es su historia vital revelada en esta exposición la expresión de una distensión que nos permite comprender la inconsistencia de las cosas que nos preocupan, la vacuidad de lo que nos atenaza y encontrar la verdad de lo auténticamente esencial. Es un refugio que nos invita a una verdadera transformación para encontrar el verdadero sentido de una vida completamente diferente. Es motivo de deleite, lugar para aparcar la tiranía mental, esto es, las exigencias de los pensamientos mundanos y trascender aunque sea por un instante lo terrenal, para olvidar todo y encontrar el todo.
Años de ARTE, una vida de trazos que azogan la intimidad, cien colores en alianza sublime, que versionan lo que el lenguaje reprime y lo que solo su pincel hace verdad."
Francisco Javier Sánchez Rodríguez
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